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La historia de la mujer que lleva adelante el primer juicio por violencia obstétrica en el país

Agustina quería un parto respetado para su segunda hija, pero en la clínica le dieron todo lo contrario. La mujer decidió iniciar acciones legales contra los médicos, la institución médica y la obra social.

Agustina Petrella es actriz, tiene 43 años y es la primera mujer en llevar adelante un juicio por violencia obstétrica en Argentina. La joven demandó a la neonatóloga, al obstetra, a la obra social y a la clínica en la que nació su segunda hija porque no le respetaron ni sus derechos de madre ni los de la recién nacida.  La mujer busca probar que ella y su hija fueron víctimas de violencia obstétrica, una forma de violencia de género que es reconocida legalmente.

En una extensa entrevista, Agustina le contó a Infobae que luego de sufrir algunas complicaciones en el parto de su primer hijo, una partera le recomendó que presente en la clínica "un plan de parto". "En ese momento, una partera me dijo que podía hacer un plan de parto, que es una nota que se envía a la clínica en donde uno informa cómo quiere que sea el parto. Siempre y cuando no corra riesgo tu vida o la del bebé, ellos deben acatarlo", cuenta Agustina.

Con esa información, la mujer pidió por escrito a la clínica que no hubiera gente de más en la sala de parto, que las luces permanezcan bajas y -salvo que existiera algún tipo de complicación- la bebe sea apoyada rápidamente en su pecho, sin bañarla ni pincharla, y respetar "la hora sagrada".

"Leí sobre 'la hora sagrada', que es esa primera hora en la que el bebé es como una arcilla: todo lo que vive queda impregnado en su psiquis. Por eso decidí que no quería que se lo llevaran ni que lo pincharan sino que me lo pusieran en el pecho así como salía para poder hablarle, acariciarla y darle la teta", explica la actriz.

"Estaba dormida, bañada, aspirada y ya la habían pinchado. Al rato vomitó algo blanco y me di cuenta de que le habían dado leche de fórmula. Absolutamente todo lo contrario de lo que yo había pedido".

Agustina decidió que Milagros naciera en una clínica de Palermo y allí mandó una nota con los requerimientos del parto que ella quería. Desde la institución, la respuesta no fue del todo satisfactoria: la jefa de neonatología la llamó y le dijo que "conocía la ley pero que ellos no hacían partos humanizados". Y que si en el momento no había habitación podían separarla de su hija por más de 8 horas"."Me aterroricé. Existía una ley pero ellos me estaban diciendo 'acá adentro no hay más ley que la nuestra'. Era como si su derecho de no ser molestados fuera más importantes que los derechos de mi hija", dice.

Cumplida la semana 42 del parto, los médicos decidieron programar una cesárea ya que la mujer no tenía dilatación. Y ese día, la clínica no tenía habitación: "Me puse muy mal, nos iban a separar y ya no podía hacer nada. Me sentí presa. "Yo estaba aterrada y me hicieron subir sola. Me dijeron 'desvestite que ya estamos muy atrasados'. Les dije que necesitaba ir al baño, primero me dijeron que no y cuando finalmente me dejaron, empezaron a golpearme la puerta. En la sala había luz plena, estaba lleno de gente y una mujer, supongo que era la neonatóloga, me empezó a retar: cuando dije que estaba amamantando a Pedro me contestó: ¿pero vos estás loca?". Para empeorar las cosas, Agustina relata que los médicos empezaron a hacer chistes diciendo que nunca habían hecho una cesárea.

Afortunadamente, la bebe nació sin complicaciones pero no la pusieron en el pecho de su mamá. Después de una hora, Agustina pudo ver a su hija: "Estaba dormida, bañada, aspirada y ya la habían pinchado. Al rato vomitó algo blanco y me di cuenta de que le habían dado leche de fórmula. Absolutamente todo lo contrario de lo que yo había pedido".

"Al segundo día, vinieron a buscar a la beba para los controles. Tenía que tomar la teta, ellos te dicen que no puede estar más de tres horas sin comer, pero me dijeron que eran sólo unos minutos. A los 20 minutos, como no la traían, fui a ver qué pasaba. Y ahí en la nursery vi que había un montón de bebés llorando, algunos estaban desnudos, mientras que las que tenían que cuidarlos estaban llenando planillas. Pregunte qué pasaba y me trataron muy mal. Y al final una dijo 'dásela', así despectivamente", cuenta la mujer sobre su experiencia en la clínica.

"Acá sabemos bien quién sos vos, porque somos muy unidos y nos contamos todo, vos sos la que presentó la cartita. Acá no estamos para cumplir los caprichitos de los padres". 

Horas más tarde, una médica de la clínica entró y le espetó violentamente: "'se van todos de la habitación'. Y siguió: "Acá sabemos bien quién sos vos, porque somos muy unidos y nos contamos todo, vos sos la que presentó la cartita. Acá no estamos para cumplir los caprichitos de los padres". El marido de Agustina se negó a salir y -según cuenta la mujer- la médica los amenazó: "Dame a la nena por las buenas sino te la judicializo y te la saco por la fuerza".

"Le iba a decir a un juez que yo me negaba a que le hicieran los controles. Y yo no estaba diciendo eso, lo que no quería era que estuviera llorando ahí desnuda. Ella me contestó: 'los bebés lloran querida, empezá a acostumbrarte'. Era un guardiacárcel dando órdenes. Yo entré en pánico, empecé a temblar, todo con la beba encima y adelante de mi hijo de dos años, que había ido a conocer a su hermana", recuerda Agustina angustiada.

Más tarde entró el obstetra y le dijo a Agustina que le daba el alta, "que en las cesáreas te dejaban internada por la madre y no por la beba y que, por cómo estaban las cosas, era mejor que me fuera. El tampoco me defendió".

Una vez que salió de la clínica, Agustina hizo una denuncia por violencia obstétrica en la Defensoría del Pueblo de la Nación. Se hizo una auditoría y se determinó que había existido violencia obstétrica, una de las seis formas de violencia contra la mujer estipuladas en la "ley de violencia de género". La ley de parto respetado muestra, entre otras cosas, que ella tenía derecho a estar acompañada en la cesárea, a que haya intimidad, a ser protagonista de su propio parto y a estar informada luego sobre el estado de salud de su hija.

Como la Defensoría no tiene poder de sanción, Agustina decidió probar por la vía judicial: "Quería hacer un juicio penal para que no vuelvan a hacerle eso a otra mujer, pero no se pudo. Lo que sí se pudo es iniciar un juicio por daños y perjuicios contra todos: la obra social, el obstetra, la neonatóloga y la clínica. Pero no sólo yo los demando, Milagros también, porque tuvo un nacimiento tortuoso habiendo nacido sana".

"La violencia obstétrica también es una forma de violencia contra las mujeres. Mi caso es la regla, no es la excepción. La única diferencia es que yo enfrenté al sistema, pedí que se respeten mis derechos y ellos me lo hicieron pagar. El sistema quiere callar a quienes se les rebelan", reflexiona Agustina. Ahora, le tocarà a la Justicia determinar si Agustina tiene razón o no. 

Foto: Gentileza Candelaria Frías 

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