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Se negó a que los médicos le amputaran la pierna y después de 23 cirugías escala montañas

El 14 de febrero de 2001 la vida de Andrea cambió para siempre. En ese momento tenía 35 años y como todos los días, salió a trabajar con su moto. Tenía un viaje previsto a Rosario pero los planes tuvieron que cambiar.

Andrea Fainberg vive en Colastiné Norte, Santa Fe,  y tiene una historia de vida que parece de película: tras un accidente de tránsito estuvo a punto de que le amputen su pierna, pasó por 23 cirugías y años de recuperación. Hoy escala, compite en triatlones y busca “contagiar” a otros.

El 14 de febrero de 2001 la vida de Andrea cambió para siempre. En ese momento tenía 35 años y como todos los días, salió a trabajar con su moto. Tenía un viaje previsto a Rosario pero los planes tuvieron que cambiar.

Una vez que arrancó su moto, vio que un auto se adelantó a un colectivo y la atropelló de frente. “Fue un segundo. No tuve mucha opción. Clavé los frenos y me metí en la parrilla del vehículo. El conductor se dio a la fuga“.

Ella describe la situación como muy compleja. “En el trayecto con la ambulancia escuché que uno de los médicos dice que iba directo al quirófano para amputación. Ahí yo empecé a decir no, no, no. Fue una situación muy guerrera en la que sentía que estaba luchando contra el sistema. Yo entendí que todos me querían amputar la pierna y yo no quería.”

Además agrega que en la guardia “hubo discusiones porque yo no aceptaba la amputación ni la sedación. Había dos opciones: me moría o me amputaban“.

En ese contexto la revisaron muchísimo profesionales y el diagnóstico era el mismo: “amputación urgente”. Pero en Rosario, el doctor Guillermo Morales aceptó el caso y entendió su postura. “El doctor me dijo que había un 1 y un 3 % de posibilidades de salvarme la pierna. Pero que lo íbamos a intentar”.

El médico “hizo todo lo que pudo en un Sanatorio privado de la ciudad. Se contactó con muchas otras clínicas y se puso a investigar. Yo aceptaba que la corten, pero quería que intentemos otra opción”. Así estuvo “un año y tres meses internada. Anduve con el andador mucho tiempo y siempre estuve esperando”.

Lo más curioso es que Andrea nunca se había dedicado a hacer deportes. “Yo nunca había subido una escalera, le tenía terror a tres escalones. Pero en estos años escalé, nadé, hice deportes. En el camino de todo eso, conocí gente que me propuso diferentes actividades y cada vez me involucré más”.

Hoy, 17 años después, Andrea da un testimonio vivo de esperanza. “Uso un bastón y tengo un mal andar por la pierna rígida. En su momento usaba permanente una férula, pero ahora la uso sólo cuando lo necesito”.

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