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Contratado por un día: Roberto Funes Ugarte trabaja como peajista

De un lado gritos, insultos, escupitajos, bocinazos y hasta agresiones físicas. Del otro, los trabajadores de las cabinas de peaje, destinatarios del malhumor y la furia que suelen descargar los automovilistas que transitan por rutas y autopistas del país.

Y en un nuevo capítulo de Contratado por un Día, Roberto Funes Ugarte experimentó lo que es ser uno de ellos, con toda la carga de estrés y, a veces, hasta peligro que implica una tarea que, a simple vista, parece ser de lo más tranquila.

A las órdenes de un supervisor de la empresa Aubasa, trabajó en el puesto de peaje que la autopista Buenos Aires- La Plata posee en Dock Sud, en el partido de Avellaneda, donde los fines de semana y los viernes suele ser un pandemónium de tránsito. Y en ese momento es cuando más agresiones sufren los “peajistas”.

“Una vez un hombre me atacó a golpes porque la barrera bajó antes de tiempo y le pegó en el auto”, recuerda Santiago.

Las agresiones no discriminan sexo. Aunque las mujeres, que son el 40% del total de empleados, sufren una situación extra. “Aparte de las cosas que te dicen, muchas veces, cuando les das el vuelto, te acarician la mano y es una situación muy desagradable”, dice Carina.

Nucleados dentro de Sindicato Unico de Trabajadores del Peaje y Afines, tienen un régimen de trabajo que incluye dos francos cada seis días trabajados. Y el horario es de ocho horas, aunque cada dos tienen un descanso de 15 minutos.

En todo el país hay 6.500 empleados distribuidos en 170 puestos de peaje en rutas y autopistas. Sufren trastornos de estrés y tendinitis a causa de la posición incómoda en que deben permanecer durante varias horas. De alguna forma ellos también pagan su peaje. Pero con el cuerpo.

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