X
Aviso de cookies

Usamos cookies para personalizar tu experiencia y los anuncios que ves en éste website y en otros. Para obtener más información o cambiar los ajustes, haz click aquí. Siempre puedes cambiar la preferencia visitando la sección de Configuración de cookies al final de la página.

This browser does not support the video element.

El calvario de las madres adictas al paco

Se podría decir que son “las otras madres del paco”. Es que ellas no tratan de rescatar a sus hijos del consumo. Son ellas las adictas. Telefe Noticias recorrió el barrio 20 de diciembre, en Rafael Castillo, donde a la pobreza extrema se suma otro flagelo: el de la gran cantidad de mujeres que fuman pasta base, una de las drogas más destructivas.

Karina, de 43 años, es una de ellas. Apenas si le quedan algunas fotos y recuerdos difusos de su época como bailarina de la movida tropical, cuando solía acompañar a Ricky Maravilla en sus giras por todo el país. Incluso llegó a integrar una banda de cumbia llamada Las Esclavas, donde tocaba los timbales y con la que hizo varias presentaciones televisivas.

Pero esa fue otra vida dentro de su vida. Todo cambió hace 15 años, cuando se hizo adicta a la cocaína. Como testimonio queda su tabique deformado por el consumo. Hasta que un día no consiguió cocaína y decidió probar con lo que único que tenía a mano: pasta base. Nunca más la dejó. “Es más barata, pero más adictiva, porque el efecto dura muy poco y enseguida necesitás otra dosis”, cuenta Karina.

Tiene cinco hijos que, aunque ella trate de mantenerlos aislados, son testigos de su adicción. De hecho conviven con pipas, dosis de paco y todo ese submundo de transas y consumidores que se respira en el barrio en general y en su casa en particular.

Tan acostumbrados están que lo viven con naturalidad. Es parte del paisaje cotidiano. Tanto que cuando la madre pregunta por una vecina, una de sus hijas, de 10 años, dibuja una sonrisa y le responde: “se fue a lavarle la ropa los transas”.

Lo mismo les sucede a los siete hijos de Yanina, otra vecina del barrio que trata de hacer equilibrio entre la maternidad y el consumo. Como el poco dinero que gana su marido haciendo changas no le alcanza, a veces pide prestado, pero para comprar pasta base.

En el caso de Patricia su adicción es tal que llegó a vender electrodomésticos de su casa para poder comprar paco. La única vez que dice haber interrumpido el consumo fue durante su embarazo. Pero después de eso lo retomó. Y con un grado de dependencia tal que la lleva a pasar varios días de “gira”, como le dice ella, en Puerta de Hierro, donde están los principales vendedores de droga de la zona.

Lo único que lamenta es haberse perdido la ceremonia en la que le entregaron el diploma a su hijo en la escuela. “Estaba en otra”, dice, aunque eso no le alcance para iniciar un tratamiento de rehabilitación. “No me interesa rehabilitarme”, asegura.

Dramas como los de ellas se repiten en cada esquina del barrio 20 de Diciembre. Mujeres que, en medio de la marginación social, cayeron en una adicción tan fuerte que ni la maternidad les permitió buscar una salida. Siguen ahí, atrapadas en el consumo. Todas coinciden en que no quieren lo mismo para sus hijos. Pero lamentablemente será difícil torcer la historia. Después de todo, son los hijos del paco.

Ir a la nota original