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Ruleta rusa en dos ruedas: motos, velocidad y piruetas

La actividad se conoce como “stunt” y pueden andar parados, sentados sobre el tanque de nafta o incluso acostados.

Texto de Pablo Kuperszmit

Dicen que hacen trucos. Pero no son magos. Son cientos de jóvenes que los miércoles a la noche se juntan en los bosques de Ezeiza para hacer temerarias piruetas con motos especialmente preparadas, algo que no sólo está prohibido, sino que a veces termina de la peor manera: con la muerte.

La actividad, llamada “stunt” (truco en inglés), es un verdadero fenómeno que convoca a miles y miles de fanáticos, muchos de los cuales van como simples observadores. Puede durar hasta la madrugada o apenas un rato, hasta que llega la policía y se produce una estampida. Huyen a toda velocidad y, en cuestión de segundos, el lugar queda desierto. Pero eso también es parte del juego.

Lo que no es un juego es el uso irresponsable que muchas veces se hace de las motos. Según las últimas estadísticas del Ministerio de Transporte de la Nación, del total de muertos que hubo en 2017 en accidentes de tránsito (se están procesando los datos del año pasado), el 38% fueron motociclistas y la gran mayoría de ellos eran jóvenes.

Matías, de 24 años, y sus amigos, se juntan todos los miércoles a la noche para hacer “la previa” en la esquina de su casa, en Monte Grande. No hablan de fútbol, de política ni de mujeres. Su único tema son las motos. “A mí me ponés una mujer y una moto al lado y no lo dudo ni un segundo: me quedo con la moto”, dice Lucas.

Ellos saben los riesgos que corren. Varios de sus amigos engrosan las estadísticas de muertes en accidentes de tránsito. Pero no hay nada que los amedrente. “Yo tuve un accidente con la moto y estuve varios días en coma. A mi mamá le dijeron que si sabía rezar que lo hiciera. Y, sin embargo, apenas me dieron el alta lo primero que hice fue subirme a una moto a escondidas”, recuerda Lucas.

Una vez que están listos, parten rumbo a “los bosques”. El camino es el “precalentamiento”, la “puesta a punto”. En medio del tránsito, van con la moto “colgada” (andar con la rueda delantera levantada) y hacen toda clase de “trucos”.

Apenas llegan a Ezeiza se desata la euforia. Pueden andar parados, sentados sobre el tanque de nafta o incluso acostados. La zona es poco transitada, pero el riesgo siempre está presente. No sólo para algún tercero, sino también por los accidentes que ocurren entre ellos mismos.

Por eso, así como existe el picódromo para quienes corren carreras de autos, reclaman que haya un lugar donde poder practicar stunt sin estar al margen de la ley. Mientras tanto, sienten que los bosques de Ezeiza son el “paraíso”. Lo triste es que a veces también son el infierno.

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