X
Aviso de cookies

Usamos cookies para personalizar tu experiencia y los anuncios que ves en éste website y en otros. Para obtener más información o cambiar los ajustes, haz click aquí. Siempre puedes cambiar la preferencia visitando la sección de Configuración de cookies al final de la página.

This browser does not support the video element.

"Yo robaba porque me gusta", una nueva confesión con Mauro Szeta

Condenado por robo agravado, poblado en banda y la participación de un menor a 4 años de prisión. Lleva detenido dos años y ocho meses. Es la primera vez que está en prisión. Le contó su historia a Mauro Szeta.

Cristian Orlando Varela Troccoli, "Piku" como lo conocen sus amigos y compañeros de celda, tiene 22 años. Nació y se crió en Monte Chingolo, Lanús, en un barrio de monoblocks que se conoce como Las Torres.

El padre trabajó en el puerto y luego puso una remisería; falleció cuando él tenía 10 años de edad. La madre fue costurera y ama de casa. Tiene cuatro hermanos, él es el segundo; tres de sus hermanos están detenidos.

“Cuando murió mi viejo, por el dolor empecé a hacer cualquiera. Me acuerdo que era chiquito, conseguí un fierro y salí a robar con tres más. Hacíamos entraderas en casas de Lomas y Wilde. En esa época no salía a robar drogado”, cuenta.

Comenzó a consumir cocaína a los 18 años, la madre intentaba de todas formas que dejara de delinquir y drogarse pero él no la escuchaba. “Con la plata que conseguía de los choreos me compraba ropa o iba al shopping. Mi mamá no aceptaba la plata porque sabía que era robada”, recuerda.

“Cuando entraban o sacaban el auto de las casas nos bajábamos y los robábamos. Teníamos que hacerlo rápido, nos llevábamos el auto y lo usábamos para robar en otro lado, en esos casos no entrábamos en la casas porque quizás un vecino vio el movimiento y llamó a la policía. Una vez en Banfield vimos una señora salir del banco con plata y la seguimos. Entramos en la casa y adentro había una parejita que encerramos en el baño y a la mujer la empezamos a apretar. Nos dio un morral que tenía 500mil pesos y nos fuimos”, dice.

Tras ese último robo intento dejar de delinquir, conoció a la que hoy es su novia: Melody (tiene un tatuaje en el brazo con su nombre). “Yo ya había descolgado del afano, quería dejar todo y ponerme a laburar”, recuerda. Pero todo iba a cambiar una noche luego de una discusión con ella, “estaba con mis amigos en la puerta de casa y en un momento empezamos a discutir con ella porque no quería que estuviera con ese grupo, yo le dije que me iba con mis amigos y ella me dijo: ´Ojalá que caigas en cana´, y acá estoy. La verdad que no tenía ninguna necesidad de robar ese día”, cuenta resignado.

El día que lo detuvieron habían robado un auto y empezaron un raid delictivo, mediáticamente el caso se conoció como "La Banda del Corsa gris". Lo persiguieron con cuatro patrulleros y lo terminaron emboscando.

Está arrepentido de haber dejado sola a su familia, Melody sigue visitándolo en la cárcel y de vez en cuando se ríen del día que lo maldijo y cayó en prisión.

Texto: Manuel Codegone

Mirá también:

- "Yo maté a mi mamá": una historia fuerte y llena de desesperación

- Yo, el Wachiturro, por Mauro Szeta

- "Yo soy el peluquero de la cárcel", otra confesión con Mauro Szeta

Ir a la nota original